Cuando se anunció el lanzamiento del SuperDuke, la marca austriaca hizo correr mucha tinta. Todo el mundo se preguntaba cómo sería el nuevo misil de KTM. ¿Un supermotard? ¿Un roadster? ¿Una moto deportiva? Lo único que se sabía era que el motor sería un bicilíndrico de 999cc cargado de adrenalina, colocado en el corazón de un chasis terriblemente eficiente, y que el aspecto no dejaría lugar a dudas: la SuperDuke no es cosa de risa.
Una vez lanzada, la SD no decepcionó a quienes la esperaban, pero sigue siendo difícil situarla en una categoría bien definida. Es el modelo de 2005 el que podremos probar hoy gracias al concesionario de motos segunda mano Málaga Crestanevada.
Una roadster fuera de categoría, que gracias a su motor LC8 hormonado puede competir en pista con una R1 o una GSX-R 1000 sin sonrojarse por la falta de caballos, ya que ofrece una recuperación y extensión asombrosas. Los adjetivos que gratifican al SuperDuque florecen en su discurso y nos hacen temblar de impaciencia.
El SuperDuke nos espera fuera, con su majestuoso vestido con los colores de la marca austriaca. La luz del sol halaga el tanque, que luego libera reflejos nacarados del más bello efecto.
Una pequeña vuelta para apreciar los accesorios originales como la horquilla invertida y el amortiguador trasero WhitePower, el manillar Renthal, las pinzas Brembo, todos los plásticos pintados y barnizados… Podemos decir que el acabado es bastante limpio.
Tomo mi lugar a los mandos de esta hermosa moto y me doy cuenta de que la altura del asiento es bastante alta, el habitáculo está sobredimensionado y mis largas piernas caben perfectamente a ambos lados del aerodinámico depósito.
El salpicadero cuenta con un cuentavueltas analógico con una zona roja a partir de las 10.000 rpm, acompañado de un velocímetro digital que muestra la velocidad instantánea, dos viajes y el total, una distancia de viaje en reserva, así como un indicador muy bonito que parece un medidor de combustible… pero no, es la temperatura del motor. Hay que tener en cuenta que, dada la escasa capacidad del depósito, es comprensible que no haya manómetro para no asustar al motorista.
El manillar es ancho pero curvado en los extremos, lo que puede sorprender al principio, pero en realidad es bastante agradable. Me preocupaba la sensación de motos compactas como la Speed Triple o la XB12S pero no es el caso, su tamaño no desentona con el de otras roadster japonesas. Recto, ligeramente adelantado, la posición es cómoda y bien dispuesta para el ataque. Un poco de presión en el arranque y el gran gemelo LC8 comienza a ronronear. No hay Akrapovic en esta versión «básica» pero los silenciadores originales ya hacen un ruido bastante bueno. Un breve paseo por el aparcamiento confirma la idea del bajísimo centro de gravedad de la bestia y la sensación de ligereza.